Un diecinueve de noviembre, pero de hace 181 años, fallecía en Viena Franz Schubert. A pesar de contar solamente con treinta y un años de edad en el momento de su muerte, la calidad de su obra le ha hecho ocupar un puesto de honor dentro del catálogo de los grandes compositores de la Historia. Maestro indiscutible del lied alemán (breve canción para voz y piano), sus composiciones instrumentales para piano, orquesta o agrupaciones camerísticas reflejan con fidelidad el genio de su arte. Claro exponente del ambiente bohemio de la época, Schubert pasó habitualmente por necesidades económicas; nunca logró mantenerse únicamente con los beneficios económicos que le otorgaban sus composiciones y necesitó de la generosidad de amigos que lo acogían en sus respectivas casas. En Viena llevó una vida rodeado de intelectuales, frecuentando las tabernas y ambientes populares, alejado de los salones y de la etiqueta nobiliaria. De este entorno procede el famoso término de Schubertiadas: reuniones de artistas de todos los ámbitos que formaban un círculo brillante y animado dedicado a la música y a la lectura. Admirado en un círculo muy restringido, la revalorización del compositor se llevó a cabo después de su muerte: obras inéditas o que sólo se habían interpretado en el marco familiar, empezaron a ser conocidas y publicadas, y que fueron defendidas por músicos como Robert Schumann o Félix Mendelssohn, los cuales sí supieron reconocer al instante el genio de Schubert.
A continuación puedes escuchar el Improptu Nº3, en la interpretación de Alfred Brendel, y la Sonata Arpeggione para violoncello y piano, en la versión de Miklos Perenyi (cello) y András Schiff (piano).
Impromptu, por Alfred Brendel:
Sonata Arpeggione, por Perenyi y Schiff:
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